viernes, 26 de marzo de 2010

TEMPORALMENTE, REGGAE

A.M. G. S.


Parece que tengo que poner un poco de “Cultura Profética” para acordarme de ese fin de semana. Fue justo después de Navidad, esa semanita donde todo el mundo llega a su casa después de haber gastado el sueldo en Cartagena (por dar un vano ejemplo). El jueves que llegué a Palmira estaba preocupada por que no había podido presentar el examen de nivelación de Ingles para entrar a la universidad. Me la había pasado seis meses haciendo prácticamente nada, llendo todos los santos días al Colombo Americano (que era mas cualquier tipo de recocha que estudio, último nivel, High Intermedia) de 10:15 am a 12:00 pm, y como me mude para Cali, nunca pude adquirir el cartón de graduada. Era una molestia. Y mas molesto era no poder ir a la endemoniada entrevista a la universidad, pero todo tenia justificación. Todo por Raíz Urbana. Dormí en casa de mi mama esa vez, y prepare la maleta, por que Jorge me había dicho que salíamos el viernes, muy a las 4:00 de la tarde (La misma hora del examen al que nunca iría). Fui a odontología por la mañana (por fin sin Brackets!), y esperé a que los chicos me llamaran para ir a la estación. Pero no lo harían. Afortunadamente llame como a la una, luego de almuerzo, a preguntar como era el dichoso viaje. Y me salen con que es al otro día! Sábado en la mañana. Maldita sea. Con ellos siempre es lo mismo. Nunca toman las decisiones con uno, siempre se las comunican por teléfono, y eso, cuando lo hacen. ¿Que hubiera pasado si yo no les hubiera marcado? Ahora corro para poder llegar a la Autónoma, y alcanzar a presentar la prueba. Si no, me toca ver Ingles I como todo el mundo. Llego justo a tiempo, y lo hago a la carrera, para regresar de nuevo a Palmira. Muy bien todo, hasta la entrevista personal con los profesores. Nivel Quinto, gracias a un hermoso 2.5 que saque inexplicablemente en las 10 preguntas del nivel 3, (algo decepcionante personalmente pues creí saber lo suficiente). Corro al MIO, y llego hasta Jardín Plaza, para darme cuenta de que no tengo saldo en la tarjeta, ni plata. Varada en Jardín Plaza, decido esperar a que papa salga del trabajo para llevarme a Palmira. Ya esta muy tarde, y la verdad, hartera si me da coger bus a esa hora. Papá siempre tiene la costumbre de llegar tarde a toda parte. Papá y todos los Gómez. Y yo estoy casi famélica esperándolo, justo en la plazoleta de comidas, viendo a Raimundo y todo el mundo con su hamburguesita de Mc Donald’s en la mano. Sin plata, y sin paciencia. Leo Andrés Caicedo (Buen des estresante) hasta ver que papá llega. Con rabia me compra algo de comer en Burguer King. ¿Por qué lo he hecho salir de su trabajo? Repica ¿Cuál es la vaina de estarlo asarando? El no es un chofer. El tiene cosas más importantes que hacer. “Usted tiene que aprender a bandearse sola-me dice-Ya no esta con su mamá que se lo hacia todo. No hay que ser tan mimado en la vida. La próxima vez administre bien su plata, y aprenda a coger bus”.
Vamos recta Cali-Palmira. La música mía siempre puesta a todo taco. Lo único que me gusta del carro de mi papá es eso. Primero, que tiene puerto para poner música de mp3 y de IPod, y segundo, que él me deja poner mi música (cosa que mamá nunca hacía). Pero de resto, el carro de mi papá es una molestia. Es un BMW azul petróleo brillante. Resalta por donde sea, por que solo hay dos en Cali. Cada vez que entro en él, siento que me quemo al sentarme. Demasiado fino para mí. Prefiero ir en bicicleta a los ensayos con los muchachos, que esperar a que mi papá me lleve. Allá o a cualquier otro lado. Gracioso que tengamos un BMW en casa, pero que yo todavía no tenga cama en mi cuarto, y no tengamos nevera. Llegamos a la unidad donde viven mi mamá y mi hermanita, se voltea, y me da un billete de 50, para que no me muera de hambre por allá. Papá nunca sube al apartamento, siempre se queda en el parqueadero, hace que mi hermanita baje (casi siempre en pantuflas) le da un beso y se va. Supongo que teme subir y que mi mamá este con el novio este que se consiguió hace ya dos años. No se lo traga ni a palos. “Rodolfo el Reno” le dice. Alcanzo a hablar un rato con mi madre, para des atrasarnos de lo que ha pasado en la semana. Mis dos días de inducción, el aseo del nuevo apartamento, Rodolfo, el por qué todavía no soy capaz de conseguir novio, su trabajo, cosas varias de mujeres. Desde que me mude a Cali, siempre es lo mismo. Charlamos un tiempito en la noche, y al día siguiente, todo lo ocupan Raíz Urbana y Morphine Crash. Mamá es muy celosa con mis amigos, y siempre le ha gustado que el tiempo sea solo para ella. Pero con Raíz Urbana y Morphine Crash aparentemente no quiere molestarme, por que sabe que mi pasión es la música, y que es muy importante para mi vida y mi desarrollo profesional. A veces pienso que ella y papá son los únicos de mi familia que enserio me ven sobre un escenario, moviendo masas, con fans, viviendo de eso. Y bueno, ellos son lo único que importa. Si no me dieran su aprobación, da igual, sigo adelante. Gracias a la vida que no es así (Mas paz para mi y para ellos).
Traigo a cuenta la pelea que tuvimos hace ya varios meses, cuando les conté del viaje, que en principio estaba postulado para noviembre. Noviembre 22 para ser más exactos. El agarrón fue el día del cumpleaños de mi mamá (pobrecita), con mi papá a bordo. Él estaba salido de la ropa y era el único que hablaba. Que como se me ocurría que me iba a ir sola, con seis hombres, y con instrumentos buenos que nos podían robar en el camino. Que con que plata, que en donde íbamos a dormir, que por que íbamos a tocar en un bar de mala muerte. Que yo era una menor de edad ¿Y si me cogía la policía en el eje cafetero? ¿Qué era lo que iba a comer? Mínimo había marihuana de por medio. Y como no, en una banda reggae. El esta dispuesto a apoyarme en la música, (cosa que el siempre quiso practicar y nunca pudo) pero siempre y cuando no me meta en los “terrenos peligrosos” en los que me gusta meterme. No se si es que espera que nuestra banda toque en las zonas verdes de las universidades privadas, o en las kermeses de los colegios. Y la cara que pusieron los de la banda cuando les conté. “Ridiculeces-me dice Jorge-nuestra música no es para gente ignorante, niñitos ricos” (Lo cual duele, por que siempre he sido del sector privado) ¿Cómo es posible que la única forma en que valla sea llevando a mi papá conmigo? No nos imaginamos a mi papa en un bar reggae, viendo a ese montón de gente rara, con dreadlocks, fumando yerba. Le da un patatús. Y mi mamá no dice nada. Ella me apoya 100%, y me deja ir. Incluso dijo que iba a firmar un permiso que uno le presenta a los tombos cuando llevan a menores a tocar a bares. A mi se me hace que es más bien por llevarle la contraria a mi papá. Pero igual, como diría todo nerd, mi mamá me ama y quiere lo mejor para mi. El único problema que le vio fue que en Pereira vive Andrés, ese típico ex novio que le partió la vida en dos a uno. Mi mamá lo detesta, y seguramente siempre temió que yo fuera solo a encontrarme con él, y a hacer no se que cuantas cosas, además de que la fecha del toque caía el mismo día que cumplíamos tres años de habernos cuadrado (Y podía temer con toda seguridad :D ) Y ahora todo era un lecho de rosas. Se corrió la fecha a enero, ya cuando me había ido a vivir con mi papá. Nadie dijo nada, y todo sucedió tal y como lo conté. Mejor ni preguntar por qué.
Me levanté tempranísimo, por que soy muy lenta en eso de arreglarme. Me puse mi mejor pinta (Una camisa de cuadros grises, mis vaqueros viejos y mis amados skaters). Me veo al espejo. Buena pinta en el mundo alterno, una nena que se cree niño para la demás gente. Pero así me he vestido toda la vida y así me veía esa noche en el escenario. Me plancho el pelo, mi dije de guitarra siempre al cuello y caigo a la casa de Jorge. La puerta abierta de par en par, los instrumentos empacados en el piso del patio delantero. Reggae a todo volumen, Manu Chao, creo. Solo falta Julián, el de la percusión menor (como siempre). Todos bailan y tararean ordenando las maletas, sacando sacos para el frío. La familia de Jorge no esta hace ya como un mes. Se fueron de vacaciones de diciembre a Venezuela y el no quiso ir. Allá ellos y sus cosas, dejar a un pelado de 20 años solo en la casa. Llega Julián y nos vamos. Caminamos no se cuantas cuadras con guitarras, bombos y platillos en los hombros, riéndonos de vainas, contando anécdotas graciosas. Y que El Flaco no valla a hacer la de las otras veces cuando terminemos la canción de “Paz sin miedo”, que nos toca aplaudir, y el es todo a motriz para eso. Siempre se pone el pic en la boca, suelta la guitarra y amaga un rato. Eso siempre es gracioso, pero donde lo haga allá en la tarima, no soy capaz de cantar de la risa. Esto va a ser extrañísimo para mí, que nunca he vivido nada parecido. Extrañísimo y pesado para alguien de mi edad. Se que la cantidad de gente y de pot que veré, será demasiada para mis pulmones. Me preocupa sentirme sola en una ciudad que no conozco, e incómoda con la situación.
-David-le digo en inglés a mi bajista. Aunque todos le decimos El Ratón-¿Tu fumas?
Él se ríe.
-No princesa, a mi no me gusta eso-responde con esa vocesota tan varonil que tiene-Además mi familia es cristiana y no le parecen esas cosas-Lo miro con cara de ternero degollado y el me sonríe-No te preocupés que yo te cuido, andá conmigo.
David siempre me ha inspirado una amistad inigualable. Lo abrazo con dificultad (es supremamente alto) y nos quedamos unos minutos en silencio mientras llegamos a la terminal y vemos el bus en que nos vamos a subir.
-¡Que nervios Anita! ¡Nunca había hecho dos toques seguidos!-Me dice por fin.
-¿Dos toques?-pregunto-¿cuales dos toques?
-Hoy vamos a tocar en Pereira, y mañana por la noche en Cartago.
-No jodas-hablo-Yo tengo que llegar mañana temprano a Cali. El lunes es mi primer día de universidad.
Voy a donde Jorge zapateando.
-Cual es la joda con esto-reclamo-el trato no fue ese. A lo menos me hubieran avisado.
-Relájese hombre-me tranquiliza-Usted siempre con su mala vibra. Mañana tocamos por la nochecita, y apenas no bajemos del escenario yo la enchuspo en un bus pa’ su casa.
¿Por qué se ríe y le da tan igual? No es cualquier día el que voy a faltar. Es el primer día. Hago mala cara.
-Ya estando aquí no se puede hacer nada-me dice el Costeño (El baterista)-¿A lo menos trajiste el permiso de tu mamá?
Demonios. Se me ha olvidado. Ya me vi en un CAI a la una de la mañana. Ese es un vicio mío, cada vez que veo un policía, corro o me escondo, como por inercia.
-¿Que voy a hacer?
-Jah proveerá Anis-dice Julián. Él que es el más volado de todos. Parece que no le importara nada, nunca. Siempre se le olvida algo, es impuntual de naturaleza, y habla y se mueve en cámara lenta. Pero cuando estamos tristes siempre nos pone de buenas. Se ve todo gracioso con esos dreadlocks, por que es rubio, blanco, pecoso y bien parecido.
-¡No te nos tirés el viaje!-refunfuña Jorge.
-Sois una manda de gilipollas-habla Danny, nuestro Dj. Un colombiano criado en España, otro producto del sueño americano-Ella apenas es una cría, que va a saber de todas estas cosas. Es más que obvio que tiene que estar angustiada.
Pero tienen razón, ya que se va a hacer. No puedo reconocer qué impulso me lleva a Pereira, aunque no halla llevado permiso, ni ropa para más días. Nos subimos al bus, y soy la primera que cojo ventana. Amo la ventana, el viento. El primero que se me sienta al lado es Jorge. Aun queda una conversación pendiente de hace ya un tiempo, en la que él me dijo que yo le gustaba, y que iba a esperar a que me sintiera cómoda con él y con la banda. Pero el tiempo pasó, él en Halloween se consiguió otra novia, y nunca hablamos al respecto. Y la verdad no quiero hacerlo, así que no le hablo mucho. Tomamos fotos todo el camino, nos reímos de las pachotadas del Costeño (Esa manera de mezclar su lenguaje con lo vallecaucano), escuchamos una y otra vez el único single que hemos grabado (“Vibra Natural” esta en todos nuestros celulares) y escuchamos música en nuestros reproductores. El Flaco, que comparte mis auriculares me pide que ponga reggae, pero yo le digo que no. Es que, para que tanto reggae. Todo el fin de semana va a ser de reggae. Mi mente necesita airearse un rato, por que me pasa que me hastío y ya luego no lo canto con sentimiento. Siempre me aburro rápido de las cosas. Llegamos hasta Cartago, y hacemos “trasbordo” a otra buseta que nos lleva hasta Pereira. Y vuelva a acomodar instrumentos. Me imagino que Jorge va que se lo lleva el diablo, por que no puede permitir que le pase nada a sus preciados instrumentos. Y para colmo de males, en la mitad del camino traquea algo terrible que hace que la busetica pare. Todos jurábamos que se había caído “África”, una de las guitarras, la bebe de Jorge. Afortunadamente fue una llanta baja, que resistió hasta que llegamos a Pereira.
A mi me entraron maripositas en el estómago. Podrá sonar un poco infantil, pero era la primera vez en mi vida que sucedía una cosa de estas. Detalle por la ventana ese puente donde se ha suicidado un montón de gente, según me dijo Andrés un día. ¿Dónde estaría? Nunca tuve la plena seguridad de que nos encontráramos. Solo esperaba que viera los volantes pegados por toda la ciudad con nuestro nombre, y fuera al bar esa noche. “Irie Reggae Bar presenta a las dos mejores bandas de reggae del Valle del Cauca, D’ Jembé por Cali, y Raíz Urbana por Palmira”.
En la terminal nos tomamos varias fotos, y la gente nos miraba con cara extraña, con tanta cosa que traíamos encima. Llamamos a Manuel, el amigo nuestro que es dueño de Irie Bar en Pereira y nos dio la dirección del bar. Tomamos dos taxis. Me la paso pensando ¿Dónde es que vamos a dormir? ¿Será que vamos a dormir en el bar o que? Ojalá que sea un bar bonito, por que yo siempre me las pico de todoterreno, pero me da cosita. No se que vamos a comer tampoco, y no traje toalla, ni cobija. No se me olvida la cabeza por que la tengo pegada. No soy tan diferente a Julián, en todo caso. Los muchachos sacan la mano por la ventana y se hacen señas de taxi a taxi. Arribamos en pleno centro. Veo que Jorge se saca un fajo de billetes del canguro que lleva en la cintura y le paga a los taxistas. Frente a nosotros hay una puerta pequeñita y delgadita con el nombre del bar. Esta pintada verde, amarilla y roja, como es tradicional. Se parece a la puertica de Runas, el bar reggae de Palmira, (del que son dueños nuestros managers), que es angosta a la entrada y luego descubre un lugar inmenso. El tipo que nos ha abierto es como otros rastafaris colombianos, irreconocible. Lo mismo: Dreadlocks largos, barba y con cara de dormido. Nos saluda con un “Paz Brothers, que bueno que llegaron” y se va dejándonos en la entrada. Atravesamos la primera etapa, y logro ver a plena luz del sol, un piso con muchos cuartos, con las paredes llenas de grafitis. Identifiqué con facilidad uno en especial, que tiene la figura de un dedo pulgar con alitas. Ese es de un grafitero al que le dicen “El Maquinista” (no se por que) famosísimo en esta ciudad. Lo sé por que me agregó por FaceBook y hemos hablado varias veces.
Dejamos las cosas sobre una poltrona vieja, llena de polvo y sin resortes, y nos dedicamos a recorrer el sitio. Para mi muy interna incomodidad, el suelo esta lleno de botellas de cerveza, colillas de cigarrillo y manchones de comida. Las sillitas de madera están arrinconadas y desbaratadas, y el lugar es muy angosto. Hay un cuarto grande sin puertas que tiene una mesa de billar, dos baños (mujeres y hombres) una barrita improvisada con un trozo de madera que pareció pertenecer a una tabla de surf hace mucho tiempo. A lado hay un cuarto de donde proviene música reggae y entra y sale gente. A mas o menos cinco metros, donde estoy, se alcanza a oler la Ganga (entiéndase como marihuana para los rastafaris). Pero yo ya estoy acostumbrada. Me tuve que acostumbrar luego de ese conciertazo de Alika en la concha acústica en Cali. Entre el cuarto de billar y este último hay un agujero que da a un piso oculto en la parte de abajo. Allí vemos la batería básica, con algunas plantas y cableado. Al ratón y a mi nos ha entrado la curiosidad de bajar a ver la tarima, para saber a que nos enfrentamos en la noche. Encuentro un patio pequeño (único espacio con luz de sol) y luego una puerta abierta con unas escaleras gigantes que nos guían abajo. Allí esta la barra principal (Mas organizada), dos televisores pequeños, una pista de baile con una esfera de espejos en el techo, y de frente, la famosa tarima. Yo nunca me pongo a pensar en los nervios. Simplemente mido mi espacio en el escenario para saber como y donde puedo bailar y animar el público, sin ir a dañar nada del cableado. Que la gente, que la letra de la canción, que se me olvide, que no pueda cantar, eso no me importa mucho. A veces se me olvida calentar antes de tocar, si no es por que el ratón me lo recuerda. Al lado de la tarima hay un cuartico con la consola de sonido, y enseguida otros dos baños, todo, igual de sucio que el primer piso. Subimos un poco más animados y vemos a la gente en el cuarto principal, escuchando reggae. Decidimos pasar al cuarto. Hay varios chicos ensayando y fumando. El bajista ha dejado con la boca abierta a nuestro ratón, que dice que el tipo sabe muchísimo de funk y reggae. Nos saludan a todos y alcanzo a identificar a nuestro amigo Manuel. Manuel siempre me pareció lindo, desde que fue a Palmira, a ayudarnos con nuestro primer toque frente a la estación. Paisa tenia que ser, me decía Carolina (una cantante que se salió de la banda hace ya un mes), y era cierto, por que era perfectamente alterno, y además cantaba ragga de una forma única. Pero se tiró toda ilusión cuando lo vi en Runas esa misma noche, perdido (No se si por la cerveza o por la Ganga) diciéndome que me quedara un rato más. Paradójicamente, en el rango amoroso, no me puede gustar la gente que fume Ganga. Ganga, o tabaco, o lo que sea. Da igual.
Lo veo y me da risa. Nos saluda con gracia y nos invita a unirnos. Me pasa un micrófono, antes limpiándole el receptor. Esta es la parte que más me gusta de la música que hacemos. No hemos conocido a los que estaban en el cuarto, pero comenzamos a improvisar con los instrumentos y voces y todo ha fluido. Como soy la única voz femenina, siempre me la paso haciendo figuritas agudas con la voz, sin letra, solo para seguir de fondo, y cuando Manuel o Jorge cantan lo que parezca un coro, yo los sigo con segundas voces. El Costeño y Julián se prenden con el cununo y los timbales y el bajista le presta el bajo al ratón para que aprenda algunas notas funk. Es necesario, nos dice Danny, grabar todo lo que hagamos. Y en un segundo, con la grabadora de la cámara, hemos hecho, los chicos extraños y nosotros, una canción. No recuerdo muchos apartes de ella, solo que cantábamos en diferentes tonos “No le des fuerza a Babilonia”. Me siento orgullosa de compartir con tan grandes genios una banda que ha ido progresando con esfuerzo, y la verdad verdad, con mucho talento.
Pasado un rato, Manuel interrumpe para decirles que deben ponerse en marcha para lo de esa noche. Nosotros tomamos un break, y salimos a caminar por el centro, tratando de encontrar un sitio donde comer. Julián parece conocer muy bien la zona. Y es que él antes tenía una banda muy famosa que se llamaba Latido Reggae, y ya habían venido a Pereira, pero lastimosamente se debilitó cuando el cantante se fue a vivir a Bogotá. Nosotros, se puede decir, somos la sombra de lo que quedó de ellos. Apenas ellos se separaron, nosotros empezamos a sonar. Arrimamos a comer bandeja paisa con spaggettis (combinación extraña) y como siempre, Jorge peleó, por que no le parecía el precio, y por que como es vegetariano, no quería comer bandeja. Ha de notarse también, que Jorge siempre pone problema por todo, a lo menos desde mi punto de vista. El debe estar pensando lo mismo de mí, por que me complico con permisos de mamás, y primeros días de universidad. Eso me había venido molestando esos últimos seis meses, que había convivido más con ellos. Así que no me moví del restaurante, y el se fue con el Flaco y el Ratón al restaurante de enseguida. A mi tampoco me van a venir a mandar.
-¡Vamos a visitar a Palito!-Nos dijo ese día Juliancho. Y nosotros ni idea de quien era ese man.
-Que nos vamos a ir ome, si tenemos que llegar temprano para poder ensayar antes del toque-Dijo el Ratón.
-Pues son las dos de la tarde, tíos! El bar lo abren más o menos a las siete y media, ocho-calculo Danny-¡Vámonos!
Aceptamos después de la contundente argumentación, y si les soy sincera, no me preocupe en lo más mínimo, ni siquiera a sabiendas de que Julián era el que estaba cargo. Pero caminamos demasiado y parecíamos no llegar a ninguna parte. Y una cosa es caminarse toda Palmira, e incluso toda Cali, pero Pereira tiene muchas pendientes y cuestas. Sentíamos subir por una gran montaña, mientras veíamos conjuntos cerrados de gente nice, tiendas, y carros último modelo. Nos llovió. Tocó escamparnos en un café internet (irónicamente se llamaba Don Ratón.com). La señora del café internet nos dijo que hace mucho que no llovía, y nosotros asumimos con gracia que fue por que nosotros estábamos en la ciudad. El Ratón y yo nos atrevimos a mojarnos un rato, y mientras la espera, hicimos carreras con barquitos de papel. Gané yo. Luego me llamó el organizador del toque de Cartago, un tal Alex. Dijo que no nos preocupáramos, que el toque era por la tardecita, tipo cuatro, y que nos iban a poner de primeros para que pudiéramos viajar en el primer bus por la noche. Sin embargo el Coste dice que no nos confiemos. En Cartago no hay escena reggae, y pueden complicarse las cosas, al ser el primer evento de esos que se presenta. Pero yo confío en que sea como el tipo nos dice. Salimos ya cuando estaba escampando, pero las chispeadera duró todo el camino. Me sentía cansada, con dolor en toda parte, se me había mojado mi planchado cabello, mis super skates y mis vaqueros, y no se por que presentía que íbamos a llegar tarde a la prueba de sonido. Los amenacé con que me iba a dar resfriado y que no podría cantar por la noche, pero Julián siguió con su idea loca de ir a visitar al tal Palito ¿Qué Palito no tenia un nombre más decente? Ese man debía estar o muy bueno, o tener muy buena comida en casa como para que valiera la pena la viajada tan tremenda. Mi preocupación empezó cuando dejamos de ver casas de ricos y comenzamos a ver letreros que decían “Finca La María” y “Pereira a tantos kilómetros” ¿Dónde demonios estamos? Ni quise mirar la hora. Luego aparecieron varias casas de interés social. Un barrio no muy ameno, cabe resaltar, pero iba con ellos, y no le presté mucha importancia. Con frío y hambre llegamos a la casa del famosísimo Palito (la más alejada de todas, frente a una colina muy bonita) con temor de que mirara Julián y dijera “¿Quien es que es este?”. Afortunadamente nos recibió con un saludo cósmico, y nos invitó a seguir. Dentro estaba su novia (en un estado no muy cómodo de contar), y otro personaje con su respectiva novia. Pareciera ser una casa de estudiantes universitarios que dejó de ser subsidiada por los papás de los habitantes. Nos prestaron colchonetas, cobijas y toallas, e incluso algunos de nosotros se atrevieron a tomar una ducha. Y es algo ya contado antes, esa tremenda facilidad que tienen todos de socializar, como si se hubieran conocido hace años. En un momento, todos éramos hermanos. Palito empezó a contar que había viajado hasta la guajira solo esas vacaciones. No tenía dinero, salió con las manos en los bolsillos, caminando, y en el trayecto hizo malabares, cantó, le leyó la mano a las señoras, y así juntó plata en cada pueblo hasta llegara la guajira. Para mí es común que lo hagan. Julián mantiene yéndose para Calima así, y se la pasa tocando cununo y haciendo malabares. No me ha dicho por qué lo hace. Aventura y conocimiento, será, por que los papás tienen bastante plata para pagarle los pasajes. Y es que Julián se ha alejado mucho de su apariencia de niño de colegio privado, para convertirse en el ser medio árbol que es ahora. Cada quien con su cuento.
Palito ha traído una cosa a la que ellos le dicen Narguila, un pie de madera donde se hecha cualquier esencia, y al que le sale un tubito con una boquilla, donde la gente aspira. O a lo menos eso es lo que veo de lejos, por que Jorge le ha dicho a él y a su amigo que ni a mí ni al Ratón nos gusta esa joda, y así está muy bien. El Costeño, el Flaco y Danny fueron por leche, pan y chocolate, y han llegado antes de que comience de nuevo a llover. El chocolate les quedó un poco aguado, pero que lo dejen así, que yo no me pienso meter a la cocina a ayudar a nada. No quiero que me vean como la mamá que les cocina, que les recoge la ropa, que les dice que se les hace tarde para llegar a la prueba de sonido. El Ratón y yo hablamos bastante, hasta la hora de irnos, esta vez y gracias a la madre naturaleza, en taxi. Y Jorge vuelve a sacar su fajo de billetes. Eso es la plata que recolectamos con las rifas de diciembre, adicional a nuestros dos toques anteriores. Lo que me indigna es que cuando a uno lo invitan a tocar a otra ciudad, le tienen que pagar transporte, alimentación y estadía. Y yo no había visto ninguna de las anteriores. Pero si sabía la razón, por que Jorge me había advertido por teléfono que nosotros íbamos por nuestra cuenta. Que Manuel le había dicho “No mano, es que si invito a D’ Jembe, no puedo pagarles lo del pasaje a ustedes, solo sería ahí mas o menos la comida y la estadía, y eso que no de lujo, entonces mejor no” y este bobo había “acordado con el grupo” que no importaba, que nosotros nos bandeábamos como podíamos. Y yo pues acepté sin protestar, por que si no, complicaba más las cosas.
Al llegar, era evidente que Manuel estaba parado en las pestañas. Nos colgamos los instrumentos de una y comenzamos a ensayar. Pero el Costeño estaba muy perdido con el ritmo de la batería y decidimos hacer un receso. Jorge me dice que se es que el Coste no ha sabido manejar lo de la yerba, y que así no lo podemos subir al escenario, por que si no se nos tira todo. Y yo lo veo ahí sonriendo mirando la bola de espejos en el techo. Tiene razón. Le damos un vaso con agua y terminamos de ensayar. Hay unas chicas haciendo el aseo del lugar, y menos mal. Logramos nivelar todo, pese a eso, y pese a la insistencia de un sonidista que salió de la nada a regañarnos. Él y Manuel nos examinaron un rato. Me sentí un poco incómoda por la forma en que me miraban, pero la cosa no paso a mayores. Luego Manuel nos llevó a un hostal junto con la otra banda, donde nos mostró nuestra habitación. Un baño grande, un camarote y una cama doble, “Ahí verán como se acomodan”. Yo en eso si soy muy relajada. Confío bastante en mi banda, y no me molesta dormir en la misma habitación, siempre que hallan reglas. Tome la cama de abajo solo para mí y los otros se acomodaron en pareja. Se bañaron y mandaron a bañar al Coste para que se le quitara el despiste. Yo me planché el cabello mientras tanto. Luego lo acostamos a dormir y le pusimos una almohada encima. Tomamos fotos graciosas y pusimos música en mi laptop. Al cabo de un rato, el ratón me invitó a que calentáramos las voces un rato, y es que no les he dicho que él sabe mucho de voces, por que canta muy bien (igualito al de “Los Cafres”) y estuvo en una academia. Y yo que empiezo a cantar, y la voz se me fue en par patadas. Todos brincaron de las camas angustiados. Era cierta la amenaza inocente que hice en la tarde. Será buscarle algo caliente para que se tome antes de que sea muy tarde, dicen. Mi voz sonaba como hablando por un tarro de leche Klim vacío.
Las calles cercanas a Irie están llenas de bares temáticos. A medida que caminamos por ellas (yo con un buso, con la capucha arriba, por el frío y la voz), vemos estancias góticas, tertuliaderos, y gente diferente en cada calle, todos alternos, la mayoría vestida de colores oscuros. El ambiente debe parecerse bastante al de las grandes ciudades, que son como sectorizadas, y me hace sentir bien, refrescada de estar en un lugar tan diverso, diferente a las cuatro paredes del apartamento de mi papa, y sobre todo, lejos del mundo común. Hemos encontrado un café, y pido un café caliente cargado con amaretto. La gente me mira raro, por lo encapuchada. Así sin quererlo me siento más cómoda. Tal vez es por que quiero que si Andrés esta por allí, no me encuentre. Luego del café caminamos varias cuadras. Julián se encuentra siempre gente en toda parte. Hay un tipo que le saludó que le dicen Crispeto, y con gran razón, con esa cabezota que se manda. Dicen que es uno de los fuertes del reggae allí en Pereira, y nos acompaña hasta el bar. ¡Se ve tan diferente de noche! Una obra de arte, con las luces de neón prendidas. La pintura de los grafitis es reflectiva y ambienta todo en un devenir casi orgásmico. La voz me volvió. Se que me ha vuelto, por que en ese instante me siento con una confianza infinita en mi misma. Desde que he cruzado la puerta, no he hecho si no imaginarme como voy a arrasar el escenario. Bajamos a la planta baja, y vemos un Dj con DreadLocks rubios larguísimos, con un equipo de mezcla último modelo, convenientemente de Apple, y unos auriculares gigantes medio colgados a los costados de la cabeza. Lo que veo es indescriptible. Mi canción favorita para bailar suena, “Whine Up” de Kat de Luna. La pista esta llena de gente que baila al ritmo del hip hop, que mueve las manos animando al Dj. Recuerdo haberme soñado eso cuando tenía como once años. Soñaba una noche en la que todos bailaran de todo un poco. Que se bailara salsa, electrónica, que se pogueara un rato, que se bailara reggae, y hasta cumbia. Pero a todos los que conocía les parecía una ridiculez que uno se pusiera a bailar cumbia en una discoteca, o que se pusiera a hacer pasos de hip-hop en una fiesta de casa. Así que eso fue como el paraíso, por que la gente bailaba lo que en mi pueblo nunca se atrevieron a bailar: Ragga, reggae, hip-hop y dance hall. Los de las escaleras nos abrían el paso mientras caminábamos en procesión. Yo al frente con mi capucha, y ellos a los lados, con cara de malos. Como para que nos hubieran filmado.
-Que alguien me diga quien es ese papanatas, que tiene un equipo último modelo-dice Danny. Debe sentirse frustrado, por que una mesita de vinilos como la suya no puede competir con un Apple computarizado. Pero hay que aceptar que ese Dj tiene buena onda. Esperamos un buen rato, preparándonos para iniciar la rumba. Es evidente que entramos de primeros, por que D’ Jembe tiene 1000 veces más peso que nosotros, y hay que respetar famas. Manuel anda para allá y para acá arreglando cables y cosas y de pasadón nos reparte a todos una ronda de cerveza. La cerveza es lo único que he aprendido a tomar y que disfruto por que me sabe bien. En especial cuando esta fría, con limón y sal. No soy capaz de tomar alguna otra cosa, no se si por que soy muy santurrona, o por que tengo paladar exquisito.
-Ahora falta ver que se le acabe el efecto del amaretto con esa cervecita, ¿no?-me regaña Jorge. Él como siempre. Me volteo y le doy la espalda. He hablado como siempre, un montón de cosas con el Ratón, mientras pasa el rato.
-Mirá para allá-me dice-pero disimuladita ¿No ves que Manuel te esta mirando?
Y veo que es cierto. Pues que se joda. Ya me calló gordo y no se puede hacer nada más allí. Voy al baño. Brinco unos minutos y veo como me voy a quitar la capucha sin que se me dañe el peinado. Trago varias veces saliva y abro la boca grande mostrándole los dientes a la pared. Lo hago más por diversión, no por que sea calentamiento. Es más, solo lo hago a veces, por que me parece que se ve genial en las películas. Suena una voz gruesísima por las paredes del baño.
-“Señoras y señores, esto es, ¡Raíz Urbana Sound System!” exclama.
Y es justo allí cuando aparecen los nervios. Es mejor tenerlos allí, y no antes, ni después, ya montada allá. Salí del baño pensando que apenas se subirían a tomar los instrumentos, pero mi sorpresa fue encontrarlos arriba, ya sonando. Jorge estaba desesperado buscándome, hasta que vio mi capucha entre tanta gente. Me hace señas para que suba rápido. Me abro paso entre la gente, diciendo “Permiso” y quitándome el buso. Por fin llego a la tarima, me subo, y veo los reflectores que me ciegan la vista. No lo pienso dos veces. Comienzo a batir masas.
-¿¿¡Como están Pereira!??-digo por el micrófono sonriendo. Con las sonrisas se logra todo. Ahí lo complicado es esperar a que la gente le responda a uno, no valla a ser que nadie diga nada y suene el típico grillito de fondo. Sería terrible. Pero a mí siempre me funciona. La gente grita emocionada. El resto es pan comido. Solo es hablar un momento sobre donde venimos, como se llama la siguiente canción, y comenzar a cantar. Cuando canto reggae siempre me nace bailar. Es un ritmo que se lleva fácil con las caderas, y las muevo por inercia. Solo por esta vez no me he preocupado por verle la cara de preocupación que siempre se trae Jorge con los solos de guitarra, ni por la rigidez de mi amigo el Ratón. Todos bailan. Creo que no hay nada más genial que la gente baile tu música. Uno que otro hace caras de satisfacción, como si dijeran “Uff, que banda tan buena”. Otros se muerden los labios y cierran los ojos llevando el ritmo. Es importante siempre dejarse llevar sin nada de nervios, pero tampoco distraerse. Soy la portadora de un mensaje valioso para nuestros escuchas. Debo hablar del sentido de nuestras canciones, del respeto hacia la naturaleza, de la paz que todos merecemos, de la igualdad en el mundo. La masa no conoce nuestras canciones, pero apenas ven que un coro se repite, se graban el pedazo para cantarlo con nosotros. Eso indica que hemos triunfado creándolas, sembrando conciencia. Afortunadamente el Coste ya está en buenas condiciones, y la energía que imprime esta al mil… Todo es tan perfecto! Además Danny imprime un toque único a la banda con sus platos de mezcla. No creo que haya una banda nacional de reggae que tenga un mezclador en vivo como parte del grupo. Amo sentirme original. Jorge me dice en medio de la trama que algo sucede con su pedal, que no suena lo suficiente. Miro hacia arriba y pregunto “¿Que tal allá arriba?”. La gente que nos mira desde el balcón de la primera planta dice que mi voz casi no se escucha. Oh my God. Manuel me hace señas desde la consola. Ha arreglado todo inconveniente. El show debe continuar. En la tercera canción, alguien desconocido de entre el público me alcanza una botella de ron. Es evidente que le digo que no, que gracias, por que fui criada como toda niña de casa: No le reciba nada a los extraños. La presión la comienzo a sentir cuando a veces la gente del fondo de la pista abre brechas entre ellos. Me hace pensar que por allí están pasando policías que me van a hacer parar de cantar y me van a pedir documentos. Pero no pueden haber nervios ahora, solo importa salir bien en el acto.
En la canción final todos esperamos que el Flaco no se equivoque. Que se ponga el pic en la boca, que suelte la guitarra, y que coja el ritmo de las palmas de una. Afortunadamente lo hace, y yo me sonrió apenas, pero sigo cantando. Nuestro show ha sido un éxito. Pero piden otra… ¡otra que no tenemos! Que bueno que somos gente recursiva. Jorge le pide a Crispeto, que está entre las demás personas, que suba un rato a improvisar, y ellos se largan a tocar notas inventadas de fondo mientras yo hago coros. Luego de ello nos bajamos del escenario con una sonrisa de oreja a oreja. Las personas nos atajan el paso para decirnos que tenemos una música excelente, que les regalemos nuestro myspace. Yo me prendo fuerte del Ratón.
-¡Cantaste super divino querida!-me dice una chica con voz ronca en un tono bastante sarcástico mientras me aprieta el ante brazo, y termina con un “JA-JA-JA” bastante marcado. Si es cierto que uno no es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo. La niña se va taconeando por las escaleras con una botella de aguardiente en la mano.
-Ridícula-dice el Ratón abrazándome.
-Ana, hay un problema-dice Jorge, que vino corriendo entre la gente, y me arrebata de los brazos de David-Como que viene la policía.
Y a mi se me forma una cara de cólico impresionante ¿Y ahora que?
Jorge me dice que me tranquilice, que él me lleva a esconderme detrás de la barra. Allá hay un cuartico donde guardan los suplementos. Entre él y el barman (otro peludo de tantos) me meten dentro y cierran la puerta. Esto ya me ha tocado más de una vez. Estoy harta. No veo la hora en que me entreguen esa verraca contraseña, pero para Junio 19 falta harto. Me muerdo los dedos, me quito el esmalte de las uñas. D’Jembe empezó hace rato ya, y se nota que el man que canta tiene una voz impresionante. En eso se abre la puerta de nuevo, y es el barman.
-No te preocupes preciosa, ellos no pasaron del primer piso. Siempre pasa lo mismo. Alguien de afuera los soborna y ellos se van rapidito. Manada de vendidos-me dice riéndose. Me ve con cara de ternura, como si acabara de sacar a un conejo de una jaula. Pero yo soy muy temerosa. Le dije que prefería quedarme cerca a él un rato, si no le molestaba, por si me tocaba volver a esconderme. El se ríe y acepta. Me dice que canté muy bien, que a él le dicen Scratch y que estudia en la UTP. Me escribe en una servilleta el e-mail y su myspace, y me dice que él tiene conocidos con una disquera. Manuel, que momentáneamente se acerca a tomarse una cerveza, me dice que no le ponga cuidado, que Scratch solo trata de conquistarme, y nos hace reírnos. Luego llega Jorge, a decirme que no hay nadie, que por qué no vamos a bailar. Jorge siempre eme invita a bailar las primeras piezas.
-¿Ustedes son novios?-Nos pregunta Scratch a Jorge y a mi.
-¿Por que? Pregunta Jorge, mientras yo de isofacto, al mismo tiempo digo NO, rotundo.
-Ah….es que su química en el escenario les hace parecer que si-dice sonriendo y rascándose la cabeza. Nosotros nos miramos de repente. No se que esté pensando él, pero yo me recalco que NO. NO y punto. Definitivamente, nunca me gustó.
-Vamos a bailar pues-me insiste. Supongo que es por que soy la única mujer que conoce de allí. O eso espero. Dejamos a Manuel y a Scratch lejos. Bailamos varias piezas. Unas con Jorge, otras con el Flaco (que es más tieso que cualquiera) y una sola con el Ratón. Danny no baila, y Julián se ha ido con el Costeño a buscar “Yales”. No se por qué terminan criticando tanto el reggaetón. Si, las letras son horribles, y pordebajean mucho a la mujer, pero el tipo de música que bailamos esa noche, la bailamos muy parecido a lo que bailan los “gomelos de las universidades high”. Igual, yo no pregunto nada, por que lo disfruto también. Por eso luego de un tiempo, en lo transcurrido de mi adolescencia, he aprendido a no criticar nada, ni a nadie, y tampoco a catalogarme como “niña rica” o “gomela” o “rockera” o lo que sea. Uno simplemente hace lo que le gusta, y deja que los otros hagan lo mismo. Pero eso es difícil hacérselo entender a ellos. Y que conste, que son mis amigos, pero no repito ni lo que dicen, ni lo que hacen. Cuando terminó D’ Jembe, hicieron otra improvisación masiva. Me invitaron al micrófono. Yo comencé a hacer mis ritmitos de fondo, cuando Crispeto ha cantado algo así como “A ver, a ver, que bien la estoy pasando, pero yo quiero ver ahora a Ana improvisando”. Me quedé con la mente en blanco. Seguí tarareando, pero todos me miraron esperando que sacara algo a flote. Nunca había improvisado. Cerré los ojos, me tiré al ruedo, y terminé diciendo toda una estrofa. Fue una experiencia basta y llena, a mí parecer ¡Otro logro más!
Muy a las tres de la mañana nos prendieron las luces. Todo el mundo juicioso y sin protestar se fue a su casa, y nosotros fuimos a nuestra habitación, por que al otro día teníamos que recoger todo para partir a Cartago. Le he pedido a Danny que se quede afuera si quiere fumar, no valla a ser que nos echen luego del hostal y nos toque dormir en la calle. Entré y dormí con un lirón.
Jorge durmió en la cama de arriba. Me despertó punteándome en la panza con el dedo índice “Vea, niña fea, despiértese, ¡vea!”. Cuando abrí los ojos, Danny se estaba fumando otro cigarro. Danny fuma de todo, parece una chimenea. Siempre criticó que aquí en Colombia uno no puede andar con nada en las manos, por la policía se lo quita. Lo único que admiten aquí, es la corrupción. Lo que sí hace daño. O eso dice él. Nos bañamos, nos vestimos y nos encontramos a D’ Jembe en el pasillo, también fumando. La música de ellos es muy buena. Nos pasaron un CD entero con sus canciones, y las copiamos en mi computadora. Luego salimos todos a comprar el desayuno. Allá a la panadería llegó Manuel. Que como se nos ocurría comer a esas horas, si el almuerzo ya había llegado al bar. Y es que eran como las doce y media de la tarde.
Y el famosísimo almuerzo no era nada más y nada menos que dos potes inmensos de arroz chino. Es lo más barato que venden en toda parte, por que hay muchos gatos en todas las ciudades. Había uno para los vegetarianos, y otro para los demás. Comiendo ahí estaba el súper Dj de la noche anterior. Nos dimos cuenta que era Italiano, y nos contó que había venido a la gira (Pereira-Cartago) por que la novia es colombiana, tenia apenas 17 años y le había pedido el favor de que ayudara a Manuel a planear el evento. Con razón tenía tan buena tecnología. Luego nos dieron las dos y media, y pedimos dos taxis para ir de nuevo a la terminal. Julián no quería irse, por que Crispeto dijo que nos acompañaba, y hasta el momento no había llegado al terminal.
-Váyanse ustedes yo me quedo esperándolo-dijo finalmente, luego de ver todo el show que le formó Jorge por que íbamos a llegar tarde. Nuestra buseta salió dejando atrás a Juliancho. Al salir, un niño se subió a vendernos galletas. Nos impresionó mucho su forma de vender, por que para su edad (unos ocho añitos) era muy suspicaz. Le compramos toda una caja, y nos tomamos una foto con él. Se llamaba Hernando, todavía me acuerdo. Me quedé dormida todo el trayecto, hasta que me despertaron para ir a un local que quedaba cerca del “Parque de las Brujitas”. Bajamos las maletas una cuadra antes y logramos llegar al local. Decía “Restaurante” en la entrada. De él salió un niño de quince años, creo, que guarda rasgos muy similares a los de Tom Kraulitz, el guitarrista de Tokio Hotel. Él era el misterioso Alex. El Coste podía tener razón, ese evento no estaba bien planeado. Cuando entramos al local, ¡Era muy pequeño! Corríamos con suerte si cabía la batería. Sin embargo nos acomodamos como pudimos. Lo malo fue que eran las seis de la tarde, y no se veía que mucha gente viniera. Y eso que Alex había dicho que además de nosotros, D`Jembe y el Dj Italiano, habría una banda sorpresa. Pero yo solo pensaba en que mi mamá me había llamado ya varias veces para saber si iba en camino, y nosotros nada de nada. Mientras se arreglaba el problema, Jorge y el Flaco se fueron a averiguar hasta que horas salían buses, pero se demoraron mucho. Finalmente los organizadores nos dijeron que era mejor que empezáramos, y Jorge y el Flaco llegaron justo cuando ya estábamos todos ensamblados. Había más o menos cuarenta personas dentro, a la expectativa de comprobar qué era estar en una escena reggae. Teníamos que dejarles una buena impresión. Apenas salimos a tocar, a la gente se le dibujó una sonrisa en la cara. Me ha tocado insistirles que bailen, que se muevan, pero al final lo lograron. Algunos incógnitos hicieron break dance y otros tantos bailaron en parejas. Salimos satisfechos, pero tarde. Eran ya las ocho y media. Nunca llegaría a tiempo a casa. Exigí que me pasaran mis maletas, pero resultó ser que las habían metido en un cuarto detrás de donde habían armado el escenario. Nos tocó esperar a que todas las bandas se presentaran y llamar a mamá a darle la mala noticia. Y ella estaba pegada al techo ¿Como me iría a ir el primer día de universidad?
Jorge se me acercó en uno de esos espacios vacíos.
-Vos me dijiste en diciembre que necesitabas hablar conmigo sobre algo-dijo-¿me querés decir que era?
Yo lo recordé. Era cierto, necesitaba decir que no estaba de acuerdo con su actitud en muchos aspectos. Lo saqué un andén y hablamos un rato. Pero nunca me dio su opinión. Solo dijo “Ajam”, “Ok”, “Vale”. No creo que halla tomado muy en cuenta nada.
Resultó ser que la última banda era Yerbabuena. Yerbabuena es para nosotros la crema y nata del reggae underground a nivel colombiano. Todo el mundo los conoce. Eran un gran ejemplo para nosotros, además de ser la banda que lideraba nuestro amigo Manuel. Nos quedamos atónitos mirándolos. Al escenario se subió una chica de baja estatura, de cabellos negros y tez blanca. Tenía unos lentes gigantes de color amarillo, una blusa de tirantes del mismo color, unos vaqueros parecidos a los míos, y unas zapatillas negras con la bandera rasta (verde, amarillo y rojo). Sin decir nada inicial, se largaron a tocar. Un ritmo rápido, enérgico, donde Manuel decía “Alta mega vibración, energía que nos quema, yo digo digo yerba, ustedes dicen buena!”…. Y la gente le respondía al sonar de la batería: “Yerba”: “Buena”: “Yerba”: “Buena”.
La banda era un reflejo de nosotros mismos. En la batería un chico castaño, igual que el Coste, un hombre altísimo en el bajo (el que estaba tocando funk) como el Ratón, Un Guitarrista secundario como El Flaco, uno principal que rapeaba (Manuel), como Jorge, una nena que cantaba, como yo, y en vez de percusionista menor (Julián en sus timbales) Había un pianista. No se si me sentí atraída, o me dieron celos, de tener elementos iguales, y trabajar tan distinto. Luego la cosa se empezó a complicar. Los organizadores tuvieron que decirles más temprano a los chicos de Yerbabuena que terminaran, por que si la policía veía tal desorganización y a los menores fumando, iban a tener problemas con la ley. Manuel hizo una transformación increíble, de ser tranquilo, a estar furioso por que no era culpa de ellos. Debieron haber contratado mejor seguridad, para que no pasaran esos accidentes. Y perdón, pero gracias a eso fue que pudimos sacar nuestras maletas, ya muy a las 10 de la noche. Lo bueno fue que llegamos a la estación y aún había buses.
Recuerdo subirme. Jorge se me sienta al lado de nuevo. Suspiro. El trayecto es largo y tengo muchas cosas en qué pensar.
Hay una canción de Cultura profética que se llama Ideas Nuevas y dice que “…Hay que aprender a desaprender, No es contradicción, es enmendarse. No todo lo que se ve es realidad, No todo lo que se escucha es la verdad...Debemos aprender que no todo lo que se enseña nos hace crecer.Disculpénme, disculpa mi insistencia, pero a mi me gusta cantar mis verdades...”. Y tal vez tengan razón. No todo lo que he visto en mi viaje (en ese y en el general de la vida) es en realidad lo que necesito. Solo necesito mi música y creer en mi misma. No soy capaz de definirme, ni radicalizarme como ellos, ni de negar que vengo de la sociedad de la que vengo. Mi papá sigue teniendo un BMW, y sigo teniendo un nivel cinco de inglés en una universidad privada. Amo Raiz Urbana, pero planeo continuar con mi vida, cueste lo que cueste. Otra experiencia más.

2 comentarios:

nebolas dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
nebolas dijo...

Es una anécdota con un historia muy corta, pero narra todos los sucesos transcurridos en dos días de una forma muy detallada, la anécdota en algunos momentos se torna aburrida por que cuenta sucesos de poca importancia; Pero como la anécdota trata sobre un estilo de vida poco conocido, sus agentes, sus comportamientos, y una aventura musical-reggae de una niña con su grupo y los diferentes tropiezos que tuvieron en su anhelado viaje, esto hace que logre esa conexión con un lector joven al tratarse de un tema que casi todos los jóvenes han afrontado en algún momento.