viernes, 11 de mayo de 2012

RITMOS Y LETRAS QUE REFLEJAN LA REALIDAD SOCIAL SIN CENSURA por Andrea Lozano Gutiérrez

Aquí no importa como te veas sino como te sientas. Vestidos con pantalones anchos, camisetas gigantescas, tenis no muy limpios, cadenas, tatuajes y cualquier otro accesorio que se le parezca van recorriendo cada uno de los rincones de su barrio paso a paso en medio de las calles con aroma a violencia, saludando a sus parceros que comparten su modo de vida, así reflexionan una y otra vez sobre las realidades de su entorno y nace aquella inspiración que sin necesidad de plasmarse en un papel toma fuerza en el aire a través de ritmos y letras que se acomodan para darnos muestras de las creaciones locales que cantan a gritos la realidad social que no quiere ser más callada. Pero entonces, si habitamos en un país con una ideología clara de libertad ¿Por qué el hecho de vestir desaliñadamente con el modelo social los cataloga directamente como vándalos? ¿Por qué sus letras son consideradas como la expresión de los desadaptados? y ¿Por qué continuamente son asociados con la delincuencia? La respuesta la encontramos en que hemos crecido en una sociedad con temores, pero quizás el principal temor es enfrentar la realidad, una realidad no maquillada ni manipulada por los medios que a través de un lenguaje chocante y gráfico quiere reflejar su cotidianidad y de la mano con el arte rechazan la fantasía construida por una sociedad exclusiva e indiferente. El hip hop se adentro en nuestro país alrededor de los años 80, pero se posicionó con más fuerza en los 90 cuando surgió el movimiento local llamado Rap Colombia, el cual en conjunto con el break dance buscó organizar grupos para apoyar eventos tanto de artistas como seguidores. A raíz de una gran ola de violencia desatada a lo largo y ancho del país el movimiento hip hop fue una razón que continuó operando a niveles barriales como una labor comunitaria a pequeña escala que sugería espacios alternativos para el encuentro y libre expresión de jóvenes. Claramente esta cultura se ha mantenido hasta el día de hoy, aunque es muy amplia la lista de los que han renunciado a este modo de vida por diversos factores, tales como la carencia de espacios, la presión de grupos armados y las descalificaciones de parte de la sociedad. Comúnmente un personaje de estos suele tener las miradas encima, miradas que los consideran como delincuentes y se acompañan de calificativos como “galas” “guisos” “gamines” “subversivos” “balurdos” entre otros significados creados por la sociedad para ubicarlos en un rango de destrucción. Por otro lado, respecto a su apariencia física estos jóvenes no salen bien librados, al dejar a la vista el estilo relajado y propio de su ideología son señalados como bandidos y rechazados en lugares, grupos sociales o trabajos como en el caso de Milton un joven de Bogotá perteneciente a la cultura hip hop que tras presentarse a una entrevista de trabajo fue negado simplemente porque a su jefe no le pareció que vistiera “lindo” y además dijo que no era un joven “ bien formado” cuando su hoja de vida estaba bien referenciada. Así podemos notar que seguimos una costumbre de vestimenta y de esta manera nos hemos convertido en seres que no diferenciamos entre estilos propios y comunes, incluso la ignorancia respecto al tema es tal que se mide la inteligencia de una persona con un pantalón o unos zapatos. No podemos desmentir las razones que han llevado a la sociedad a catalogarlos como pandilleros, ellos advierten que algunos de sus exponentes mas reconocidos han dejado ver que detrás de sus letras se esconde una vida llena de drogas, armas y delincuencia aumentándole una formación pobre en cuanto a valores, argumentos totalmente verídicos pero que a pesar del estigma que recae sobre esta cultura son contrariados porque a pesar de su contexto los jóvenes hoppers afirman que sus memorias barriales buscan renovar el pensamiento implantado por un sistema de gobierno al cual critican directamente y reclaman derechos que se les han negado, de esta manera sin ningún acto violento protestan por algo que les pertenece, algo que claramente no se atreverían hacer aquellos con altos mandos y hojas de vida muy bien referenciadas, que a pesar de sus estudios y grandes conocimientos son cobardes y prefieren criticar más que hacerse participes de un mejoramiento social. “Fue mi inspiración sobrevivir en aquella tierra, comunas como la 13 sinónimo de guerra, era difícil estar dentro, difícil estar afuera me señalaban me maltrataban como si bandido yo fuera” - “Nadie sabe que se siente hasta que sucede, donde un día normal en nuestra comuna es un día de luto, un día donde 50 contra 50 practican el deporte bruto”; fragmentos como estos interpretados en este caso por el grupo CEA (Comando Elite de Artistas) de Medellín dejan ver que el hip hop naciente en nuestro país es una copia de la realidad que no esconde situaciones de guerra ni las condiciones de subsistencia de los barrios marginales , por el contrario las resaltan sin importar si el lenguaje es estilizado o no. Lo anterior se ha presentado como un gran obstáculo para lanzar trabajos discográficos, opiniones externas de la sociedad adulta afirman que no se pueden promover composiciones con temas delincuentes, que no expresan más que rebeldía social y lo realizan por medio de un léxico grotesco frases como “Esas letras no le enseñan nada a nuestros hijos” y “Son puras historias de delincuentes que cantan cuando están al servicio de las drogas” se hacen mas frecuentes con el pasar de los días. Estamos acostumbrados a las líricas llenas de sentimientos, que tienen como tema central el amor, la amistad, las desilusiones, los sueños y la vida perfecta; pero entonces que pasa con aquellas que buscan ser fuerte a los vacíos y exclusiones del contexto citadino, continuamente son ignoradas y corren con suerte aquellas que al menos logran ser lanzadas a la fama y el reconocimiento. Como dice el dicho “No se puede dar de lo que no se tiene”, por tanto no es extraño que una generación que creció en medio de la guerra tenga este tema como el más recurrente en sus canciones. Lo que encontramos en sus memorias no es una antología de los conflictos urbanos, más que esto es la demostración clara del potencial y la capacidad de estos sujetos para interpretar y querer influir en la historia. Simplemente tenemos que aprender de todo un poco, dar un paso al lado de lo tradicional y remplazar es ocasiones un “hay que bonita es esta vida” por un “La vida en mi barrio suena a balas huele a guerra”. Las creaciones locales muestran un poder donde reside lo hermoso y perverso de las ciudades, el amor y el odio que aún le falta volumen para ser escuchada por todos los habitantes en su total complejidad. Ciudades cantadas, soñadas y transformadas que son símbolo de un grupo que armonizan en sus composiciones el pasado, el presente y el futuro para generar una coexistencia de tiempos que permiten poner en público una serie de relaciones sociales que buscan ser re construidas y re pensadas. Más que delincuentes, la sociedad debería replantear su punto de vista y nombrarlos como generadores de arte, desde aquellos que vemos en los buses cambiando rimas por monedas hasta las alianzas y redes organizadas para alimentar la cadena del hip hop. Los hoppers en su lenguaje han nombrado a aquellos que se camuflan en su cultura para cometer actos vandálicos como faranduleros, pues estos se salen del marco causando en una sociedad generalista los envuelva a todos en esta definición, aunque constantemente se equivoquen ya que estos jóvenes juegan a serle indiferente a la violencia por medio del arte y la estética como germen liberador. Creer en lo nuevo apoyando el arte es un trabajo arduo frente a las complicaciones que nos presenta el entorno social y sus calificaciones; es por esto que la existencia de proyectos que apoyan el hip hop como arte se convierten en algo de vital importancia .En las comunas de Medellín proyectos como “De las Mediaciones Globales a las Resignificaciones locales talleres de video – clip con jóvenes hip hop en Medellín” liderado por la Universidad de Medellín en conjunto con la Alcaldía de Medellin y un grupo de antropólogos; investigaciones realizadas por la Docente e Historiadora Ángela Garcés Montoya como “Mediaciones musicales juveniles” han sido un motor para impulsar al hip hop como medio de arte importante en nuestra sociedad. Aunque resulte difícil comprender y aceptar favorablemente las letras de un ritmo rudo y fuerte, es necesario que las miradas se despojen de la venda y permitan que en su cerebro incursionen las verdades cantadas , que dejemos de creer en lo perfecto cuando todo esta imperfecto, que no se oculte el desequilibrio social existente y se apoye el talento cultural no solo el vallenato como por ser un género representante del país , sino el hip hop por ser un género directo que cuenta las vivencias ,revive memorias e invita al cuestionamiento del sistema. Nadie nos asegura que ir siempre por la línea recta que nos plantea la sociedad es la forma acertada de triunfar en nuestras vidas, quizás apostarle al arte y la cultura resulte más gratificante y nos permita crecer más como país. Lo cierto está en que los jóvenes que pertenecen a la cultura hip hop han demostrado que la delincuencia no es su principal objetivo, ni mucho menos ser llamados vándalos es lo que más les apetece ellos pretenden aportar en la transformación social por medio de letras , movimientos y ritmos que despiertan la sociedad dormida que no fija su mirada en vestimentas , apariencias o modos de expresión sino que le apuesta a la creación de identidades totalmente diferentes a las habituales atreviéndose hablar por aquellos que con miedo callan. Expresarse de forma directa, sin maquillar palabras por protocolo o etiqueta es el primordial medio para que nuestra sociedad deje el miedo a la verdad, al contrario que acepte y agradezca la labor de estos jóvenes constructores que a pesar de su corta edad son pequeños con personalidad de gigantes que le ponen alma, cuerpo y corazón a sus letras porque creen y se la juegan por una sociedad más equitativa. Bibliografía: Garcés Montoya Ángela. (2011) “Culturas juveniles tono de mujer”. Texto publicado en la Revista de Estudios Sociales 39.Editorial Universidad de los Andes. Muñoz Guzmán Ana María, (2008) "Ojos de Asfalto. Memoria, Hip Hop y Audiovisual" En: Colombia 2008. Ed: Alcaldía de Medellín.

2 comentarios:

LHC dijo...

Se presenta con claridad la posición que el autor defiende, los párrafos están bien escritos, pero cuando pasa de una idea a otra el lector puede confundirse o perder el hilo de la lectura por un manejo regular de los conectores. Tiene párrafo introductorio claro, los párrafos argumentativos por lo mismo de los conectores se pueden confundir un poco, pero de igual forma da unas razones y las argumenta, tiene un buen uso de citas, logra dejar pensando al lector y logra meterlo en el tema. Su posición en contra la defiende atreves de todo el texto, pero carece de contra argumentación por la oposición.

LHC dijo...

Se presenta con claridad la posición que el autor defiende, los párrafos están bien escritos, pero cuando pasa de una idea a otra el lector puede confundirse o perder el hilo de la lectura por un manejo regular de los conectores. Tiene párrafo introductorio claro, los párrafos argumentativos por lo mismo de los conectores se pueden confundir un poco, pero de igual forma da unas razones y las argumenta, tiene un buen uso de citas, logra dejar pensando al lector y logra meterlo en el tema. Su posición en contra la defiende atreves de todo el texto, pero carece de contra argumentación por la oposición. Calificacion:4.0