Y. A . F. L
Yo estaba ahí, muriéndome del dolor, viendo como otras personas en especial niños entraban con el mismo o mayor sufrimiento que el mío, era ahí donde recordaba los momentos antes del mí gran accidente, los cuales habían sido muy alegres, era un conjunto de risas y gritos, jamás iba a imaginar que por medio de inquietos juegos sufriría tanto.
Cuando tenía 10 años, estaba en la finca de mis abuelos, recuerdo claramente que mis primos estaban también allí, me encanta jugar con ellos, todo era casi perfecto, jugábamos lucha libre, si, es cierto que es un juego más para hombres que para mujeres, pero cuando se es la única prima de 8 primos, pues toca jugar los que ellos dicen, ni modo que ellos jugaran a las muñecas conmigo, era todo muy lindo, muy chévere, jugábamos y reíamos sin parar, ni importar los golpes que nos pegáramos, de solo acordarme me dan ganas de volver atrás y jugar con ellos, pero bueno, en fin, mis padres no estaban de acuerdo con esta clase de juegos, para ellos era algo muy brusco y decían que algo malo podría suceder, que mejor jugáramos domino, lotería u otro juego en donde no nos lastimáramos, pero como era mas grande las ganas de jugar lucha y demostrar si yo les podía ganar a mis primos, decidimos ir a jugar lejos de los adultos, al lugar donde seguimos nuestro juego era aun más peligroso para nosotros, ya que era como coloquialmente llamamos “el cuarto de sal alejo” habían camarotes dañados, herramientas, en fin no era un lugar apto para juagar; mis primos y yo saltábamos sobre un colchón viejo, reíamos, hasta que jugando con uno de mis primos, salté muy brusco y alto, “supuestamente” sobre el colchón, pero para mi desgracia, no tuve cuidado y caí sobre la baranda de uno de los camarotes, fue un golpe indescriptible, en el instante tan solo recordaba las palabras de advertencia de mis padres, no grite, pero comencé a llorar de una manera inconsolable, no me podía mover del dolor, mis primos asustados corriendo a llamar a mis padres, cuando mis padres llegaron donde yo estaba, me decían que no me moviera hasta que llegara los paramédicos, ya que podría ser peligroso. El trayecto desde la finca hasta el hospital, para mí fue algo eterno, era tan grande mi dolor que no paraba de llorar y los paramédicos ya estaban algo asustados. Cuando llegamos al hospital nos toco esperar mucho, porque ese era el único hospital y había bastantes personas en urgencias, cuando por fin me atendieron y dolorosamente me examinaron el doctor nos dijo, que me había dislocado el hombro, pensé en ese momento que me iban a colocar uno de esos feos y fastidiosos yesos, pero para mí fortuna, no fue así, tan solo me inmovilizaron el hombro y debía guardar reposo durante tres semanas, las cuales fueron demasiado dolorosas, aburridas y solas, ya que todos mis primos juagaban, paseaban y yo en el cuarto de mi casa, quieta y con mucho dolor. Después de ese accidente y de esas semanas fatales comprendí que debia hacer caso a los consejos de mis padres en cuanto a los peligros que se pueden presentar a mi alrededor, para así luego no tener que lamentar y pasar un mal rato.
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