martes, 21 de mayo de 2013
Amor en los tiempos del VIH Por Andrés Felipe Montoya Ruiz
Hablan de maricas, putas y areperas. De con quién se acuesta aquella, aquel, aquellos y aquellas. De a dónde salen de rumba, a qué tugurio se meten, a quien besan o acarician, con quien hablan y con quien se les ve entrando al motel; en la academia, camaradería y compinchería; en el trabajo, profesionalismo y amistad; en la familia, nadie toca el tema; el VIH como un ente invisible ocupa lugares insospechados y toca las fibras más sensibles cuando es detectado.
A través de la historia se ha evidenciado ese velo oscuro que cubre aquello que los más mojigatos quieren dejar de ver y que quieren que los más incautos también dejen de ver, el libre desarrollo de la sexualidad; libertad que está adjudicada a la promiscuidad debido a diversos motivos en los que múltiples actores han intervenido.
La sexualidad y sus derivados han sido altamente estigmatizados en nuestra cultura, especialmente la no heterosexual. El hecho de que todo sea considerado como ‘’Tabú’’ desde un contexto religioso pesa en nuestra sociedad, que no es laica (como lo establece la constitución) sino al contrario muy religiosa, especialmente católica. Debido a esto la clandestinidad para llevar una sexualidad plena se hace más evidente. En una sociedad machista y religiosa como la nuestra, el individuo masculino heterosexual que no tenga una pareja estable, no es señalado negativamente. Incluso el hecho de que tenga muchas mujeres en su haber lo hace en muchos casos un héroe.
Por otro lado la mujer, con más de un hombre en su historial, en muchas ocasiones es tildada de promiscua o prostituta; Los hombres acuden constantemente a lugares donde se ejerce la prostitución para saciar su avidez sexual. Las mujeres, por su lado, cada vez sienten menos la necesidad de tener un compañero y serle fiel y leal; la iglesia por su lado, avala este comportamiento ya que desde que existan parejas conformadas por hombre y mujer y se perpetúe la procreación, todo está bien; el uso de preservativos es una práctica monstruosa y aberrante. No deben usarse, a menos que se quiera ser vetado del reino de los cielos.
La homosexualidad en su caso es una historia muy diferente. Está reprimida, denigrada, excluida y azotada por la opinión pública. Existen unos estatutos constitucionales que deberían garantizar ciertos derechos en cuanto a sexualidad, pero no existe una legitimidad en cuanto a unión de parejas; esto se traduce en que en el individuo homosexual (y también heterosexual), no exista en muchos casos la responsabilidad requerida para llevar una relación de pareja y es aquí entonces donde se dispara el fenómeno de la promiscuidad; como todo es clandestino, tener sexo con Pedro, Juan, Diego, Claudia, María y Sultana, es la mejor y más divertida opción porque los principios familiares y de unión en casi ningún caso, sea homosexual o heterosexual, han sido inculcados. Desde este contexto global de sexualidad, es entonces que surgen problemas serios como las enfermedades de transmisión sexual y el contagio del virus más satanizado de todos: el VIH.
VIH y Sida, debido a antecedentes históricos, siempre estarán atados a la promiscuidad. Y debido a esto, siempre será rechazado aquel que sea portador del virus; en cualquier espacio, no es lo mismo que alguien le cuente a sus amigos que fue al doctor y le fue diagnosticado cáncer, colesterol alto, sobrepeso y demás, a que cuente que tiene el virus del VIH. ¿Por qué? Ya está escrito, VIH ha estado atado al termino promiscuidad, y en mayor nivel, a la promiscuidad de tipo homosexual.
El tratamiento para regular los niveles de copias del virus en el organismo para que no se desarrolle el Sida se limitaba a un tratamiento físico, anatómico; sin embargo, las organizaciones que trabajan contra el VIH han descubierto a través de diversos estudios de tipo psicológico, que la salud de un paciente no depende solo de un tratamiento con medicamentos. Es más, existen quienes mantienen muy bajas copias del virus en su organismo y no necesitarán jamás un medicamento; de lo que depende también el éxito y la prolongación de la vida del paciente, es su salud mental.
Así pues, la etapa más compleja de una persona con VIH es, en definitiva, la asimilación por sí mismo y por aquellos que lo rodean. Depende de esta aceptación, podrá pasar y desarrollar efectivamente las etapas siguientes que son las de aprender a convivir con esta condición; sin embargo, en nuestra sociedad, esta aceptación, aunque obligada, es efímera, porque la discriminación y estigmatización están siempre presentes.
Primero, las personas deben instruirse. Aprender sobre sexualidad responsable, desde su hogar, desde la academia. Aprender sobre valores, sobre la familia, sobre ETS (Enfermedades de transmisión sexual). Deben aprender sobre VIH y cuál es la diferencia con el Sida, pero primordialmente, qué este aprendizaje se lleve a cabo sin la intromisión irresponsable de paradigmas religiosos que lo único que hacen es retrasar el cambio cultural que nuestra sociedad tanto necesita.
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2 comentarios:
-Primero que todo la introducción esta bien hace ya que hay una relación con el titulo y atrapa un lector a simple vista ya que usa palabras que son fuertes pero que se escucha todos los días, recomiendo que no uses esas palabras tan fuertes pero fue un buen inicio.
-Usas palabras que no se entienden, tienes ideas sacadas de alguna pagina, no citas las fuentes, ¿de donde sacaste esto? “El hecho de que todo sea considerado como ‘’Tabú’’ desde un contexto religioso pesa en nuestra sociedad, que no es laica (como lo establece la constitución) sino al contrario muy religiosa, especialmente católica”.
-Hay partes del texto en donde uno se pierde por causa de mal uso de los signos de puntuación y eso es un problema.
-Tu organización con las palabras también es mala, en cada parte del texto es un salto brutal de una idea a otra y no puedo entender mucho con respecto a lo quieres criticar.
tu nota final es de 3.3
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