martes, 16 de noviembre de 2010

EL GRAFFITI POR ALEJANDRO MARIN

El graffiti es una manifestación cultural y social que está presente y se involucra de manera muy normal en la vida diaria de todas las personas. Por eso es necesario indagar sobre su presencia y su función como elemento que expone una idea, una forma de pensar, una imagen y una vision del mundo completamente diferente.

Alrededor del graffiti se teje una cultura y un modo de ser que no puede pasar desapercibido por una persona interesada en teorizar y observar los fenómenos comunicacionales existentes en la cotidianeidad del lugar donde se desenvuelve. No por el hecho de ser gratuitos, anónimos y “callejeros” pueden dejarse de lado ya que son una expresión cultural que hace parte de la comunicación humana y desempeñan una importante labor en la construcción de identidad.

Muchas de las paredes de la ciudad están llenas de escritos que, para algunos, son una ofensa o un manchón que daña y contamina la estética urbana. Pero en lugar de ser ofensivos o dañinos, se trata de mensajes elaborados que tienen sentido y plasman una ideología y una posición definida frente a las condiciones del mundo, del entorno y de la realidad. De acuerdo con esta idea, se entiende que el graffiti cumple una función comunicativa que expresa el pensamiento y la forma de ver el mundo de la persona que lo traza en un mural. La pared, como la hoja en blanco, es el medio a través del cual se hace visible la palabra que pretende emitir un mensaje de cualquier naturaleza.

Según el investigador Armando Silva: “La inscripción graffiti responde a un deseo de expresar o decir por parte del sujeto de enunciación” . El graffiti es una manifestación cultural latente en la ciudad que sirve para que la gente desfogue sus emociones y diga lo que piensa (lo primero que se pase por su mente). Es un modo en que la persona se desahoga y le grita ala sociedad aquello que siente hacia la política, la religión, el deporte, el amor, el arte, el humor y demás aspectos inherentes a la vida misma. Es querer decirle algo a alguien cuando ya no se soportan más las ganas de explotar ideas que nacen del corazón.

Al permitirle al individuo descargar la energía reprimida, el graffiti se convierte en un medio que evita la violencia y disminuye los índices de agresividad en la medida en que quien libera sus pensamientos y emociones en el muro, no tiene necesidad de ir a pegarle al que le cae mal o le molesta, porque al escribirlo exterioriza la posible furia acumulada, con tanta rabia, contra su enemigo supremo. Nosotros tenemos la necesidad de comunicarnos con nuestros semejantes, de exponer nuestros puntos de vista y de defender nuestros intereses intereses. Es claro que en las sociedades modernas los medios masivos son el instrumento de comunicación de una minoría elitista y no sirven a los intereses de la mayoría. Esa mayoría, apartada de los medios dominantes, desarrolla sus propias vías de expresión, como el graffiti, que se erige como su única forma de ejercer el derecho a difundir, divulgar y dar a conocer su opinión.
En una ciudad como Bogotá, Cali, Medellín, barranquilla, Pereira,(capitales) en donde existen millones de habitantes, muchos de ellos impedidos para participar en los escenarios donde se exhiben a ciertas élites exclusivas y los medios no cumplen a cabalidad con su función de asimilarlos ni acogerlos, el graffiti es un recurso del que disponen para hacerse notar. Dicho por Umberto Eco: “Se expresan a través del graffiti, aquellos mensajes que no es posible incluir en otros circuitos de comunicación, por incapacidad de poseer un medio”.
Los medios deben contribuir a la adaptación del individuo a la vida social y hacerlo sentir significativo, pero si se trunca este principio, la masa anónima se vale de herramientas como el graffiti para que su voz se oiga, retumbe y tenga, por un breve instante, algún protagonismo en el acontecer de los hechos, de la historia y del tiempo del hombre. Además de servir como instrumento de denuncia, el graffiti permite que el personaje que lo escriba se sienta distinguido e importante por un momento y tenga su pódium de la fama entre las avenidas y rincones más concurridos de la ciudad. (Quieren ser reconocidos por su talento).
El graffiti no es otra cosa más que el ejercicio del derecho a expresarse libremente e intentar alcanzar visibilidad entre los seres desconocidos que habitan esta selva de ladrillo y concreto. Es apenas entendible que si los canales destinan el contenido informativo a la presentación de sucesos que sólo afectan a un grupo pequeño, aquellos que tiene mucho que decir pero no encuentran un lugar en la radio, prensa o televisión para hacerlo, recurren a la estrategia de escribir en las paredes para manifestar lo que piensan, sienten y saben. El grafiti se consolida como una protesta contra la comunicación dominante que impide la incorporación de ciertos sectores cuando los ridiculiza o discrimina. (No solamente contra la comunicación dominante, sino también contra la política, religión etc).
En el agitado ritmo de la vida actual muy poca gente se toma el tiempo de conocer al otro.
En la ciudad conviven y confluyen la diferencia y la diversidad cultural porque a ella llegan personas de lugares remotos para establecerse en busca de oportunidades y con miras a forjar un porvenir más próspero. Llegan personas que quieren integrarse a las actividades y rutinas capitalinas para tener voz y voto en todo lo que aquí acontece. Pero cuando muchos de ellos se estrellan con el impedimento para poder intervenir en los medios de comunicación oficiales, se ingenian la manera de hacerse sentir a través del graffiti. Dada la multiplicidad de pensamientos que concurren en la vida urbana y que no todos tienen cabida ni salida en los principales centros de distribución de comunicación, el graffiti facilita y ayuda a que todos tengan una tribuna para predicar sus pensamientos, modos de ser y visiones del mundo.
Es indispensable conocer a los otros que cohabitan dentro del perímetro de la ciudad para que, de esta manera, se propicie la verdadera aplicación de la democracia. Pero como tanta belleza nunca es cierta, y esta solicitud de acoger al otro que es diferente de mí mismo es una mera especulación teórica; esos otros que se sientes aplacados y acallados irrumpen en la indiferencia por medio del graffiti.
Por ejemplo Cali es una ciudad llena de un sin numero de culturas en la que en vez de exaltar y respetar los valores culturales que forman la identidad de la sociedad, se tiende a desconocer el modo de vida y las creencias de gran parte de sus habitantes. Surge, entonces, el graffiti para hacerle el quite al desprecio y a la incomunicación en que muchos se encuentran sumidos. El graffiti es una muestra de oposición frente a la muerte expresiva de otro que necesita comunicarse para mantenerse vivo. Quien lee un graffiti se pone al tanto de la existencia tangible de alguien más que quiso decir algo. Eso es conocer al otro: oírlo, leerlo y verlo materializado en cualquier pared edificada a lo largo de la ciudad.
El graffiti existe para hacer públicos los asuntos ocultos, para que todas las personas puedan acceder a él y enterarse de las diferentes opiniones y puntos de vista que se tejen en el centro de una democracia efectiva que en ocasiones parece desvanecerse en la conformación de roscas dirigentes, favoritistas y manipuladoras. Lo curioso es que se mantenga en reserva la autoría del graffiti ya que nadie se hace responsable de firmar su obra, pero eso es harina de otro costal y tema de otro posible comentario al respecto. Para hacerse visibles y reconocibles fácilmente, los grafitos están ubicados en espacios estratégicos donde un gran número de personas puede verlos y leerlos. Publicitariamente son muy eficientes ya que logran llamar la atención de un público considerado, y lo mejor de todo es que la pared sale gratis, no le cuesta nada a quien hace uso de ella. El precio que se paga es el de ser una expresión muy fugaz en el tiempo debido a que la borran de manera continua y constante hecho por los que no están de acuerdo con el graffiti.
Para concluir brevemente después de dar varios argumentos claros por los cuales se debe admirar el trabajo de los graffiteros, por que no permitimos que hagan sus rayones por así decirlo? Recordemos que el derecho a la libre expresión es permitido por lo menos en nuestro país.
¡No soy graffitero, tampoco quisiera serlo, no me muero por los graffitis, pero respetemos y valoremos las cosas buenas que tiene la gente de nuestra región. Ellos como todos tienen derecho a hacer protestas y denuncias por medio del graffiti, así como nosotros por con la ayuda de otros medios o canales!
Alejandro Marín Rueda (comunicación social-periodismo).

2 comentarios:

Juan Carlos Giraldo dijo...

Es un escrito interesante, se relizan citas directas e indirectas y a mi parecer logra llamar la atencion del lector...para mi la nota deberia ser 4.2

Juan Carlos Giraldo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.