miércoles, 19 de mayo de 2010

Entre la Espada y la Pared por Carlos Humberto Gómez

Es tarde en Cali, dos jóvenes que no se conocen salen de sus casas preparados para trabajar. Uno de ellos carga un maletín lleno de carteles que debe pegar en toda la ciudad, el otro, una maleta con aerosoles y pintura. Es difícil saber a ciencia cierta cuál de los dos es el delincuente. El que nos empapela la ciudad de avisos comerciales? O el que nos quiere rasguñar la conciencia? Solo a uno de ellos le gritan delincuente, solo uno de ellos debe cuidarse de la policía. Finalmente, cuando una de las paredes de la ciudad y pasados diez minutos, exhibe un mensaje contundente y provocador; el otro muro muestra una cara triste de nuestra cultura; mensajes comerciales, repetitivos, aburridos y contaminantes. Por qué rechazamos enérgicamente las muestras de expresión plasmadas en nuestros muros, pero aceptamos indiferentes la invasión publicitaria presente en todos nuestros espacios?
La comunicación visual no puede ser exclusiva de la publicidad. La ciudad le pertenece a cada individuo, a cada ciudadano que camine por sus calles. Nuestros espacios públicos se han vuelto espacios dedicados a grandes empresas con fines comerciales mientras condenamos la expresión de nuestros jóvenes. Debemos preguntarnos entonces, porque condenamos a nuestros hijos y sus expresiones marginales pero toleramos en silencio los avisos comerciales de las grandes compañías? Las grandes compañías nos invaden a diario con carteles, avisos, vallas, pasacalles y muchas formas más. Nunca decimos nada. Nuestros muchachos se expresan, corriendo el riesgo de meterse en problemas legales para que nosotros podamos sentirlos, verlos y escucharlos a través de sus experimentaciones visuales callejeras.
En su trabajo, La Ciudad como Comunicación, Armando Silva establece una relación entre graffiti y publicidad, afirmando que “Mientras el graffiti busca impactar racional o afectivamente, para generar dudas y sospechas respecto a lo establecido dentro de las fronteras de un territorio, la publicidad pretende, especialmente con recursos emotivos, el consumo de un producto o imagen.” El graffiti busca entonces protestar, y hacer que veamos las cosas de otra manera, busca forjar dudas, hasta puede alimentar nuestro pensamiento crítico. Por otro lado, a la publicidad solo le interesa persuadirnos, envolvernos en un círculo de necesidades materiales creadas. La publicidad entonces nos invita a estar inconformes con los objetos materiales, pero el graffiti estimula nuestra inconformidad con lo social, ideológico, político o personal. En pocas palabras, la publicidad nos hace comprar; el graffiti, reflexionar.
El experto en temas de comunicación urbana, Armando Silva estableciendo diferencias entre el texto escrito de la publicidad y el graffiti, nos dice que, “El texto publicitario no lo antecede la marginalidad, el anonimato ni la espontaneidad, sino que, antes bien, en el mismo acto de enunciación excluye tales condiciones negativas, para afirmar imperativos como consumo y reproducción de capital, entre otros, que lo oponen diametralmente al fermento graffiti.” La diferencia esta, entonces, en la intención del mensaje, el texto publicitario alude al consumo, mientras el graffiti invita a la protesta.
Se podría decir entonces, que el contenido textual del graffiti también tiene algo de literatura, no es claramente poesía pero se acerca más al discurso; el graffiti es una mezcla cultural, el graffiti como lo conocemos hoy, tiene sus orígenes en la voz popular casi siempre iletrada que buscaba por medio de groserías e imágenes ofensivas, protestar y hacerse notar; y en la voz universitaria protestante, reflexiva y culta que por medio de mensajes contundentes, buscaba hacer un llamado al pensamiento crítico e inconforme. De la fusión de esas dos voces populares provenientes de ambos extremos de la sociedad, viene el graffiti como lo vemos hoy en nuestros muros.
Es entonces el graffiti, con toda su marginalidad, anonimato y espontaneidad la expresión del pensamiento joven de nuestra ciudad. Son nuestros hijos, nuestros hermanos los que hablan a través de los muros. La publicidad es vacía y consumista, el graffiti es crítico y controvertido. No debemos rechazar mas a nuestros jóvenes que solo buscan en el aerosol y los muros, expresar su inconformidad y su visión de la actualidad. No son delincuentes, no son criminales ni desadaptados, son muchachos que quieren hacerse sentir, que quieren invitar a la reflexión y a la crítica. Sería bueno entonces que recapacitáramos nuestra posición frente a ellos y pensáramos mas que le hace más daño a una ciudad, si sus muros repletos de avisos consumistas o sus graffitis que nos aruñan la conciencia? El graffiti a diferencia de la publicidad, es toda una experiencia intelectual, emocional y estética que más allá de pintura, deja en los muros citadinos sentimientos, pensamientos e ideas.

2 comentarios:

tendencia de moda dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luisa dijo...

Mi calificación para el ensayo es 4.8 por que el autor presenta con claridad lo que esta defendiendo en el texto, muestra primero un contraste entre una persona que es artista, graffitero y otra personas que se dedica a trabajar en publicidad, esto nos muestra una diferencia notable entre estos dos trabajos, el esta defendiendo la actividad del graffiti como tal, el graffiti es un acto simbólico que solo busca expresar las emociones, las actitudes y todos los pensamientos de una manera sana y artística, es un texto organizado que expone muy bien cada argumento, hay argumentos de autoridad que los utiliza para apoyarse, como por ejemplo el cita a Armando Silva, donde establece una relación entre el graffiti y la publicidad, este texto busca sensibilizar al autor mostrándole que los espacios en la ciudad se encuentran invadidos por propaganda, el dice por ejemplo que la ciudad le pertenece a cada individuo, a cada ciudadano que camine por sus calles, prácticamente estamos condenando a nuestros hijos a que vivan en un espacio donde no se puede respirar por tanta publicidad. El autor maneja adecuadamente las citas directas e indirectas, las encierra entre comillas.
Trata de convencer al lector sobre la gran diferencia que hay entre el graffiti y la publicidad, mostrando las dos caras e invitándolo a reflexionar sobre esto, por ejemplo cuando termina el ensayo el nos dice “El graffiti a diferencia de la publicidad, es toda una experiencia intelectual, emocional y estética que más allá de pintura, deja en los muros citadinos sentimientos, pensamientos e ideas.” Esto no es más que una reflexión que nos dice que el graffiti es un mundo lleno de sensaciones e ideas que solo dejan que alguien deje volar su imaginación y pueda expresarse, en conclusión el graffiti es una total experiencia.