miércoles, 19 de mayo de 2010

Homosapiens, Homografos por Sebastián Volverás



Cae la noche, el viento empieza a soplar con su helado aliento, y recorren en la oscuridad estos soldados de la brigada de los colores. Con un arsenal de tintas diferentes y con sus pequeños bocetos preparados para ahorrarse un poco de tiempo, emprenden la labor más difícil del día de cada uno de ellos. La última sirena de las autoridades acaba de retumbar, y el eco deja el vacío que poco a poco van llenando la adrenalina de sus pechos y el sonido de las latas golpeando entre sí. Y ahí está, desnuda como la primera persona que jamás pisó el mundo, esperando la negra noche, la blanca luz, la roja sangre, la verde grama y el azul del cielo para ocupar cada rincón de su superficie plana. Esa pared aguardaba por ellos. Ellos cuentan con solo unas pocas horas para poder plasmar en ese muro lo que por tanto tiempo han querido decir. Y es tan solo un inofensivo graffiti.

Así como con el graffiti, a lo largo de la historia uno se encuentra con fenómenos culturales que han logrado de cierta manera dejar cada uno de ellos un legado para la posteridad, o para lo que se conoce como "modernidad". Es claro que uno de los aspectos esenciales de este punto exacto en la línea del Tiempo es la libertad de opinión, que ha sido soportada por grandes guerras y por ciertas reacciones revolucionarias o pacíficas por parte de diferentes comunidades alrededor del mundo entero. El graffiti no escapa de ser uno de los resultados de toda esta urdimbre de hechos que lo guían a uno poco a poco al lugar en el que se puede convivir entre multitud de realidades, o en el que por lo menos uno intenta aceptarlas.

Existe un dilema que tal vez ni Dios mismo podría resolver bajando de la comodidad del cielo. La propiedad privada se ha convertido en la barricada bajo la cual se esconden muchos (los privilegiados) y atacan al enemigo indefenso que tiene que recurrir a lo que se llama comúnmente "acto vandálico", que no es más que un resultado de la monopolización de los medios. Y se trata aquí de referenciar a lo que se enfrentan los graffiteros, que no es más que una falta de recursos tanto económicos como sociales para poder llevar sus obras y mensajes a todo el resto del mundo. Debido a que unos pocos han querido dominar el mercado de la expresión “libre”, ya que se ha convertido un negocio de gran peso, esta otra minoría de personas que se dedican a divulgar una expresión callejera, urbana y revolucionara, han tenido que de cierta manera ir en contra de lo que en la sociedad se conoce como principios básicos sociales, pues al no tener un peso en el bolsillo para poder llevar su obra a grandes salones de arte, deben usar el primer muro desprotegido que encuentren en la ciudad. Se debe tener en cuenta también que esto también hace parte del ideal primario de la práctica del graffiti, es decir, que básicamente cualquier obra plástica con cierto fin estético para que pueda ser considerada graffiti, debe ser prohibida.

Lo anterior no deja de resultar paradójico. Se dice que si el graffiti fuera una práctica legal, dejaría de ser graffiti para volverse otro tipo de expresión distinta. Y entonces, ¿tiene que ser prohibido para que pueda ser eso que clama ser una expresión artística? Aparentemente sí. Es tal vez esto y algunos argumentos alrededor lo que permiten de cierto modo relegar esta expresión a un lugar en el que las cosas no son tan bien vistas. El rechazo por parte de algunos círculos sociales hacia esta colorida red clandestina se da más que nada por el mismo afán de sus practicantes por ser tomados como portavoces de la ilegalidad.

"El arte es un componente de la cultura", encontramos en una de las diferentes bibliotecas virtuales existentes. Por ende, se puede empezar por suponer que la cultura determina de manera directa la definición de Arte como tal, y que el Arte, sumado a sus otros componentes, define la cultura. Es clara la intención comunicativa en cada uno de los garabatos, símbolos o imágenes presentes en la variedad de graffitis. El graffiti pop de una mujer llorando y secando sus lágrimas, se convierte en el corto espacio entre la pared y la persona que lo observa en un mensaje que logra comunicar algo, sea o no exacto. Y es aquí donde uno se topa con el problema que no deja de sacarles canas a los expertos. ¿En qué momento deja de ser graffiti para convertirse en simples palabras o símbolos mediocres? ¿Y en qué punto podrían definir el graffiti como un Arte o como un simple medio para comunicarse? Porque además del fin comunicativo, el arte supone también un fin estético.

La aparición del término "ciudad" o "civita" implicó un acuerdo entre multitudes de dimensiones inimaginables, las cuales aparentemente lograron asentar en ciertos puntos lo que sería la vida en común. El ser humano lleva en su naturaleza, así como la mayoría de las especies presentes en el mundo, el instinto de sociedad. El hombre solo existe en medio de otros hombres, se ha dicho por mucho tiempo. Y es quizá con mucha razón una de las aseveraciones más ciertas. Pero ocurre algo curioso, y es que aparte de llevar este instinto que reúne a muchos hombres en un mismo lugar y un mismo tiempo, el hombre es la especie que en cada uno de los seres que la componen encuentra características radicalmente distintas. Son todos diferentes, aunque sean iguales. El homografos ha sido catalogado como uno de esos seres que se salen del camino por el que van las incontables masas de las ciudades. Es decir, han hecho la diferencia.

La estética escolástica ha propuesto que todo debe llevar un orden, un por qué y un para qué. Se cumplen con reglas un poco estrictas para llenar la expectativa de lo que proponen las diferentes prácticas artísticas, y se direccionan hacia un solo lugar todos los resultados de un gran número de practicantes. De esta manera se ha logrado homogeneizar la concepción de arte entre todos aquellos que recurren a las escuelas clásicas. Pero es evidente que la modernidad aparte de la libertad de expresión, trajo consigo la libertad de opinión como consecuencia. No es fácil debatir sobre lo que cada una de las personas entiende por arte, por expresión o por mensaje, porque sucede que lo que para unos es la obra más perfecta y profunda, es para otros una mancha sin sentido alguno. Lo que ocurre con el graffiti es que se le da la oportunidad a las personas del público en general para que creen cierto criterio a partir de las obras vistas en las calles. Se le da la oportunidad a la gente para que puedan apreciar desde los trazos más finos hasta las manchas más excéntricas, y de esta manera lograr que adquieran un sentido de lo que a expresión artística respecta. Y lo que realmente ocurre es que estos trazos sobre unas cuantas paredes consiguen ganar más y más personas en contra de algo que tal vez no entienden.

Retomando el tema de la ciudad, se supone que en este espacio delimitado geográficamente actúan ciertas reglas, ciertas autoridades y existe una regulación por parte de algunos mandatarios que son escogidos por los mismos habitantes con el propósito de entregar en sus manos el manejo del espacio público y las diferentes problemáticas presentes en el día a día de cada uno de los que componen ese espacio ciudadano. También se supone que en esta ciudad existe lo que se conoce como “persona natural”, que es un agente el cual debe cumplir con ciertos compromisos sociales y económicos con las demás “personas naturales” y con las entidades públicas a cargo de los ya mencionados mandatarios. Esta persona natural es una persona cualquiera, que cumpliendo con todos los deberes sociales tiene además una gran gama de derechos los cuales deben ser cumplidos por las demás personas naturales y por las entidades a cargo de los mandatarios. Entre estos derechos encontramos uno muy especial, y es el derecho a la propiedad individual, o propiedad privada como ya la hemos conocido. Finalmente, la ciudad termina componiéndose en su mayoría por la suma de todas las propiedades individuales, y forman también la mayor parte de su panorama físico. Dentro de este panorama físico se desarrollan todas las actividades interpersonales, tales como las relaciones humanas, la comunicación que las determina, y la creación de la personalidad de cada uno de los agentes individuales. Por ende, ninguna práctica que se realice dentro de este espacio se escapa a lo que de primera plana definimos como “ciudad”. ¿Qué ocurre pues con el graffiti, expresión puramente urbana, puramente ciudadana?

Al parecer aquellos dibujos que son plasmados en las diferentes calles de las ciudades no están haciendo otra cosa más que atentar contra lo que se determina como propiedad privada. Además, el panorama físico es de cierta manera “afeado” por esta variedad de imágenes y colores que en muchas ocasiones no cumplen con ningún parámetro estético parecido a los escolásticos. Ocurre que los graffitis son realizados sin ninguna autorización por parte de aquellas personas naturales que han podido costear el valor de una propiedad privada, convirtiendo así ésta expresión urbana en una práctica ilegal, ya que la propiedad privada implica el derecho de decidir sobre ella, derecho que debe ser respetado por cualquiera de las personas naturales de la ciudad, hasta un graffitero. En el momento en que alguien atenta contra la integridad de cualquiera de estas personas naturales (por medio de la falta a los derechos o deberes de los mismos) o las propiedades privadas de estas personas, las entidades a cargo de los mandatarios se encargan de, por decirlo así, castigar esta falta al orden social, que viene siendo a fin de cuentas el propósito de todo esta obra de teatro que se conoce como ciudad.

De todos modos, se debe partir del hecho de que lo que los hombres han hecho no ha sido sino privilegiar su capacidad de dominio sobre otras especies y sobre otros hombres también para poder así apropiarse de todo, hasta de las maneras y los modos en como las cosas son dichas, expresadas, mostradas o divulgadas. El graffiti ha sufrido las consecuencias de la ciudad, ha padecido bajo la rutina de la vida ideal que en la televisión y en la radio nos venden. No existe y tal vez nunca ha existido una libertad de expresión, pues todo en el mundo son moldes, modelos a seguir para poder encajar en el orden social e histórico, y de esta manera lo que no haya sobrevivido aún dos milenios, y un sinfín de transformaciones no puede ser fácilmente aceptado como un arte. Pero el graffiti, igual que una sonata de Beethoven, una pintura de Caravaggio, una escultura griega, una obra de Shakespeare o un ballet de Tchaikovksy, responde a una actitud de un hombre cualquiera ante el mundo, es un mensaje, y cuando cumple con las reglas mismas de sus practicantes (porque no está exento de ellas) es arte, y no cualquier arte, no la octava arte del mundo. El graffiti es el arte de pocos, unos pocos que deciden ignorar lo que tal vez los demás artistas no han logrado ignorar, y es la apropiación de las obras.

Porque el graffiti no le pertenece a quien lo hace, sino a quien lo ve.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este es un ensayo completo y bien elaborado con argumentos concretos y los cuales cumple la función de convencimiento, se nota la buena documentación y en si el texto tiene coherencia y continuidad.

carlos maya dijo...

es un ensayo bien concreto con fundamentos que no pierden una continuida logica, con el expectador entregado a la lectura sin nesecidad de pierde.